Envíos sin costo superando $80.000 CABA / $180.000 resto del país.

$32.990

24 cuotas de $3.299
Ver más detalles
2 en stock
Whatsapp

Podes escribirme consultando stock y recomendaciones.

🚚 Arenga va a tu casa

¡Hay envíos a todo el país! Sin costo superando los $80.000 en CABA / $180.000 resto del país.

Podés retirar tu compra

por Almagro

Quizá hoy nos avergoncemos de nuestras prisiones. Sin embargo, en el siglo XIX fueron motivo de orgullo los presidios construidos en los márgenes -y a veces en el corazón mismo- de las ciudades; los patíbulos dieron paso a nuevas edificaciones teñidas de benevolencia; ya no se trataba de castigar los cuerpos sino de corregir las almas. Aquellos muros, aquellos cerrojos, aquellas celdas figuraban una verdadera empresa de ortopedia social.

¿De dónde viene esta extraña práctica de encerrar para corregir incluida en los Códigos penales de la época moderna? ¿Se trata de una vieja herencia de las mazmorras de la Edad Media? Más bien se trata de una nueva tecnología: entre los siglos XVI y XIX se desarrolló un conjunto de procedimientos ideados para dividir, controlar, medir, encauzar a los individuos y hacerlos a la vez dóciles y útiles.

Vigilancia, ejercicios, maniobras, rangos, exámenes se implantan para someter los cuerpos, dominar la diversidad humana y manipular su potencial en los hospitales, el ejército y las escuelas. El siglo XIX inventó, sin duda, las libertades pero éstas se edificaron sobre un subsuelo profundo y sólido: la sociedad disciplinaria de la que seguimos dependiendo. Hay que volver a situar la prisión en la formación de esta sociedad vigilante.

El sistema carcelario moderno no se atreve ya a decir que castiga crímenes: pretende reinsertar a los delincuentes, y hace dos siglos que pretende emparentarse con las ciencias humanas, para no avergonzarse de sí mismo: No soy quizá todavía del todo justo; hay que tener un poco de paciencia conmigo y ver cómo me estoy volviendo sabio. (M. Foucault)